La presencia de la imagen en el alma se acompaña de un discurso interior, es decir, de una frase de una proposición o de una serie de frases o proposiciones que enuncian la naturaleza, la cualidad, el valor del objeto que provocó la fantasía, y a estos enunciados podemos o no dar nuestro asentimiento.
El sabio no da su asentimiento tan pronto a semejantes representaciones que aterrorizan su alma, no las aprueba, sino que las separa y las rechaza y le parece que no hay nada que temer de estas cosas. Tal es la diferencia entre el sabio y el insensato: el insensato piensa que las cosas son como se aparecen en la primera emoción de su alma, es decir, atroces y espantosas, y aquellas primeras impresiones, que parecen justificar el temor, el insensato las acepta con su asentimiento.
Pero el sabio aunque se haya alterado un momento y rápidamente en el color de su rostro, no da su asentimiento, sino que mantiene la solidez y la fuerza del dogma que ha tenido siempre a propósito de tales representaciones, a saber, que en modo alguno hay que temerlas, sino que aterrorizan a los hombres por una apariencia falsa y por un terror vano.
- EPICTETO
Reflexión: "No es que el sabio no tenga sentimientos sino que cada emoción es analizada porque como ya les he explicado anteriormente toda emoción tiene una carga de un patrón en el inconsciente, por lo tanto es muy común confundir peras con manzanas por el color y encubrimiento de la emoción base.
¿Que se logra con esta visión?
Verificar si es un mero distractor de la mente. si es un detonante, hasta una distracción colectiva..." - Joslid Salazar
Y continua Epicteto - "La representación objetiva es la que ocurre exactamente a la realidad, la que engendra en nosotros un discurso interior que no es otra que la descripción pura y simple del acontecimiento, sin juicio de valor subjetivo alguno."
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