El aspecto simbólico del arte está íntimamente vinculado con la asociación de ideas. El Símbolo despierta un recuerdo. Puede despertar un recuerdo instintivo, emocional o puede ser un recuerdo del alma.
Hay recuerdos de realidades circunstanciales, convencionales, y hay recuerdos de verdades profundas, elevadas.
En el arte, la sabia combinación de elementos sensibles toca fibras del interior del ser humano. Emociones, sensaciones, imágenes e ideas se combinan y afloran. El arte se manifiesta como un verdadero conductor de la conciencia.
La obra de arte, a través de sus imágenes, sonidos y formas puede despertar en el hombre el recuerdo de lo sublime que contiene su alma. Podíamos afirmar incluso que la contemplación de la belleza despierta la belleza interior.
La expresión artística se puede convertir en un verdadero poder de transformación por medio del dialogo interior que se produce en el artista. Ya no se trata de la obra de arte como objeto de contemplación y percepción para los demás, ni de una terapia personal, sino la obra como alquimia que transforma al propio artista, como catarsis y como accesit, como conductor de la conciencia que nos permite acceder a una realidad superior, tanto de nosotros mismos como de la naturaleza.
Extraído del libro: El arte y la belleza de Miguel Angel Padilla
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