Es un símbolo del inconsciente creativo.
La serpiente es, quizás, uno de los símbolos más intrigantes, fascinantes e inquietantes de la historia de la espiritualidad humana. Casi podríamos decir que no existe tradición espiritual donde esta no ocupe un lugar clave: tanto en Occidente como en Oriente, en los mitos de las más antiguas culturas como en los textos sagrados de las grandes religiones, el símbolo de la serpiente se revela siempre como protagonista fundamental de los hechos míticos más decisivos. Ya sea en los mitos cosmogónicos, como en los mitos de la caída, en ciertos mitos de curación como en los mitos escatológicos, la serpiente está presente como símbolo.
Para Jung existen dos tipos de inconsciente; el inconsciente personal y el colectivo. El inconsciente personal contiene todas las experiencias, no conscientes, que atañen a la vida y la historia personal del individuo. El inconsciente colectivo se refiere a un conocimiento universal heredado que constituye un patrimonio de la humanidad presente en la mente individual. También se le denomina mente arcaica y, últimamente, mente filogenética. Allí se alojan experiencias, tendencias, conocimientos que atañen al pasado de una familia, de los pueblos y de la raza humana.
La serpiente es el arquetipo fundamental ligado a la fuente de la vida y de la imaginación, a través de la historia ha tenido diferentes significados incluso para diferentes áreas como la medicina, la poesía, el ocultismo. (…) “Representa el calor del alma, el fuego de la pasión, y por lo tanto representa una etapa más intensa de desarrollo. Carl Jung, Los sueños, Seminario infantil, páginas 364-365. El Dragón como arquetípico representa algo sagrado pero estos arquetipos animales tienen su sombra que es el arquetipo invertido. Así la serpiente dragón simboliza la sabiduría y la iniciación, su sombra viene a representar la traición y el engaño. El simbolismo serpiente dragón nos habla de fuerzas antiguas, fuerzas dormidas en el inconsciente, de esa parte de nuestra mente que permanece en las sombras. La Serpiente y el Dragón son prácticamente sinónimos del mismo arquetipo. Representan el poder oculto en la tierra, la diosa como energía primigenia en la materia. Es, como casi todos los símbolos primeros, un símbolo doble: es la luz, tanto la física como la espiritual; pero es también símbolo de su sombra, de la oscuridad de la materia, del mal, de la sustancia espiralada que atrapa al alma en su torbellino. El dragón, como lo mostró la tradición psicoanalítica de C. G. Jung con Erich Neumann, James Hillmann, Etienne Perrot y otros, representa uno de los arquetipos (elementos estructurales del inconsciente colectivo o imágenes primordiales que estructuran la psique) más ancestrales y transculturales de la humanidad.
La serpiente también se ha utilizado como símbolo curativo: el caduceo. Se trata de una vara asociada a Hermes, con dos serpientes enroscadas a su alrededor, que a veces están coronadas por un par de alas. Con las dos serpientes ascendiendo por la vara del caduceo, estamos ante la máxima representación de la dualidad en equilibrio, la principal característica del mundo en que vivimos.
La dualidad representada por las dos serpientes del caduceo queda patente cuando averiguamos de que dos serpientes se tratan. La primera de las dos serpientes proviene de la luz y simboliza a Sophia, reina de la sabiduría y el conocimiento. La segunda de las serpientes del caduceo proviene de las tinieblas y de la oscuridad, simbolizando a Satán.
Sophia y Satán, dos seres anteriores a la creación de Adán que al enroscarse en la vara, van ascendiendo hasta que al llegar arriba de la vara, quedan enfrentadas cara a cara. En el caduceo las dos serpientes se nos muestran equilibradas, representando el punto medio necesario de todo universo dual.
Representa a la medicina y al comercio. Con el símbolo de las serpientes entrelazadas que se muestra en el caduceo, Carl Yung interpretó que el báculo de Hermes simbolizaba la mediación entre las fuerzas contrarias, como un símbolo de la medicina homeopática.
Kundalini tiene por homóloga a la serpiente Ananta, que encierra en sus fuertes anillos la base del eje del mundo. La Ananda esta asociada a Shiva y Vishnú, simbolizando el desarrollo y la re absorción cíclica. Como guardiana del nadir, es la portadora del mundo que asegura su estabilidad.
En el gran texto épico Majabhárata (siglo III a. C.), la representación de los nagas tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte en el sarpa iagñá (el sacrificio de serpientes) y la predación en manos del hombre ave Garudá. El texto los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas». Al mismo tiempo, los nagas juegan un papel importante en las leyendas narradas en el texto, frecuentemente no más malvados o engañadores que los demás protagonistas, e incluso a veces del lado de los "buenos".
Generalmente en el texto aparecen con forma mezcla de humanos y serpientes. Otras veces aparecen con forma humana y luego con forma de serpiente.
Por ejemplo, la historia de cómo el príncipe naga Shesha terminó sosteniendo al mundo sobre sus capuchas comienza con la escena en que él aparece como un dedicado asceta humano, «el cabello recogido con un rodete, la ropa hecha jirones, y su carne y piel seca debido a las austeridades que estaba practicando. El dios Brahmá queda complacido con Shesha, y le encarga sostener el mundo sobre su cabeza. En este punto, Shesha aparece con los atributos de una serpiente. Entra por un agujero en la Tierra y se desliza hasta el fondo, donde carga la Tierra sobre su cabeza.
El dios Visnú reposa sobre el naga serpiente Ananta Shesha, mientras su consorte Laksmí lo masajea.
Hay dos maneras de mantener, puede hacerse sosteniendo, o puede hacerse abrazando la creación en un círculo continuo que impida su propia desintegración. Esto es lo que exactamente realiza la famosa serpiente que se muerde su cola: ouroboros.
En la India, según cuenta la mitología hindú, cuando los demonios y deidades batieron en una mantequera el Mar de Leche, 14 joyas aparecieron. Una de ellas era un veneno poderosísimo que ni las deidades ni los demonios podían soportar. La leyenda dice que puesto que los humos venenosos amenazaban con desvastar al mundo, Shiva para salvarlo, se bebió el veneno (Haalahala), perdió la conciencia y se cayó. El calor resultante afectó al mundo. El veneno era tan mortal que su garganta se tornó azul, por ello Shiva se ganó el epíteto de Nilakantha, La Garganta Azul. Entonces, para enfriar su cuerpo ardiente, Shiva creó los Himalayas, luego los colocó en su estómago y estos absorbieron todo el calor de su cuerpo y recién entonces pudo levantarse.
Se supone que Shiva ha dicho en el Linga Purana que queda todavía mucho veneno en este mundo y aquellos que podrían beber ese veneno son los héroes reales. De hecho los dos, el veneno y el néctar residen en los corazones de hombre y sólo cuando las almas humanas son libres del veneno pueden ellos experimentar las alegrías de néctar.
La serpiente Vasuki enrollada alrededor del cuello de la deidad Shiva
La peligrosa cobra representa a la muerte, que Shiva ha conquistado completamente. Shiva también es conocido como Nageśwara ('señor de las serpientes'). Las cobras alrededor de su cuello también representan la energía dormida y yaciente, Kundalinī.
En la mitología budista, Muchilinda o Muchalinda es el rey de los nagas (serpientes) que protegió con su caperuza a Buda (cuando aún se llamaba Sakiamuni Gautamá) de la lluvia después de su iluminación espiritual.
Se dice que cuatro semanas después de que SakiaMuni Gautamá comenzó a meditar bajo el árbol bodhi, el cielo se oscureció durante siete días, y cayó una prodigiosa lluvia. Sin embargo, el poderoso rey de los nagas, Muchalinda, apareció desde debajo de la tierra y protegió a Gautamá con su capucha. Cuando la tormenta se despejó, el rey serpiente asumió su forma humana, se inclinó ante Buda, y volvió lleno de alegría a su palacio.
Cuatro aspectos de lo serpentino en el Libro Rojo: la serpiente como símbolo del caos primordial, la serpiente como símbolo de oposición, la serpiente como símbolo de mediación entre los opuestos y la serpiente como símbolo de totalidad autoconsciente. Dichos aspectos se presentan como momentos dinámicos en el desarrollo de la ‘obra’ (léase, de la obra escrita que es el Libro Rojo -en sentido exotérico- , pero también del opus interior que se orienta hacia una cura del alma, que es tanto cura de sí, como cura del mundo y, en definitiva, de lo trascendente).
A la luz de estas consideraciones, esperamos que nuestro estudio pueda aportar a comprender más profundamente el significado de lo femenino para la recuperación del alma en el mundo contemporáneo y, en última instancia, para el renacer de la imagen de Dios. Como ya C. G. Jung había advertido en su obra teórica (y otros autores como E. Neumann y M. L. von Franz han insistido incansablemente en ello), uno de los grandes desafíos del mundo contemporáneo occidental consiste en la integración de lo femenino por parte de una cultura donde la consciencia se ha visto desarrollada unilateralmente a partir de valores patriarcales. Ahora bien, no se trata de un retorno al matriarcado (donde rige la situación opuesta), sino de la tan difícil como necesaria integración de los opuestos.
A la luz de este contexto, la serpiente no sólo simboliza la capacidad para sostener los opuestos y el poder mágico que de ello se deriva, también simboliza la renuncia a la posibilidad de interferir en el camino de otros a través del ejercicio de ese poder, y ello sólo es posible a través del ejercicio del amor. Sólo el amor puede unir los opuestos y no apegarse a los frutos que de ello se derivan.
En Occidente la Serpiente Dragón representa el mal y el mundo amenazador de las sombras. La serpiente es un vertebrado que encarna la psique inferior, el psiquismo obscuro, lo raro, lo incomprensible, lo misterioso, representa sabiduría, poder, curación, vida, muerte y resurrección. (…) “Si buscamos nuestra conexión con la serpiente llegamos a la médula espinal y que apunta al alma animal del hombre que le lleva a la oscuridad del cuerpo, en el instinto que uno se reúne en forma animal en el mundo exterior. Carl Jung, Psicología moderna, página 200. (…) “Si se toma el símbolo en su sentido más profundo, la sombra es la cola saurio invisible que el hombre todavía arrastra tras de sí. Amputada con cuidado, se convierte en la serpiente de curación de los misterios”. Carl Jung; La integración de la personalidad. La serpiente, en la presencia simultánea de todos los tiempos, es uno de los símbolos de la sabiduría. Cualidades de sabiduría de la curación, renovación y regeneración. El aspecto o el poder de la serpiente de perder su propia piel fácilmente podría ser un recordatorio de nuestra inherente potestad de ser reparadores de nuestras formas de nuestros caminos espirituales o misiones de paz. El dragón encierra nuestra parte de sombra, eso que hay en nosotros y que, pese a la fuerza interna que tiene, no queremos aceptar pero que está allí. La sombra es una realidad del mundo dual que nos hace que si amamos a algo odiamos a lo contrario, que si deseamos esto, evitamos aquello. La pureza no puede existir en un mundo dual y de eso es de lo que se encarga el dragón, en decirnos que hay parte de sombra en nosotros. Este encuentro requiere una buena dosis de valor y de motivación por el conocimiento de uno mismo. Es decir, un alto grado de fortaleza y autoestima para poder enfrentarse con aquellos aspectos que no son agradables y que, cuando menos, son dolorosos. Aspecto que además no encajan con la imagen que socialmente nos gusta dar cuestión muy importante en el mundo actual que da gran valor a la apariencia
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