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Foto del escritorJoslid Salazar Prema Sai

Trauma Transgeneracional

El término de “Trauma Transgeneracional” fue descrito por primera vez por Nicolás Abraham y María Torok, en su libro “Le vervier de l´Hommeauxloups” en el cual se propusieron ampliar el concepto de “trauma” en la teoría psicoanalítica.

Un trauma se define como: “Un Acontecimiento en la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica” (Laplanche y Pontalis, 2007).

Me parece importante resaltar los elementos principales de un trauma que son:

– La INTENSIDAD del acontecimiento.

– La INCAPACIDAD de la persona para responder a él.

– Los EFECTOS NEGATIVOS (patógenos) y DURADEROS que tiene para el individuo.

Sigmund Freud comenzó a utilizar este concepto de la medicina para aplicarlo al terreno psicológico. Lo describió como una experiencia que, en muy poco tiempo, genera una excitación en el aparato psíquico tan grande, que éste es incapaz de tolerarlo ni de elaborarlo. Freud explica que puede ser tanto un suceso muy impactante, como la suma de eventos pequeños (que serían tolerables si sucedieran aisladamente).

Freud continuó con su investigación y es a partir de sus “Estudios sobre la Histeria” comienza a dar más importancia a la FANTASIA en el origen de los síntomas de la neurosis y no necesariamente un evento traumático. Sin embargo, no abandona este concepto ya que continúa hablando de las Neurosis Traumáticas o de Guerra. Torok y Abraham explican que los síntomas aparecen no solamente por lo que el individuo reprimió en su infancia (sobre todo durante el Complejo de Edipo), sino también por los “secretos innombrables” y no hablados de las generaciones anteriores. Cuando el evento traumático es demasiado vergonzoso, la persona que lo sufre no logra ni reprimirlos ni elaborarlos y se ve forzado a encriptarlos.

En otras palabras, el trauma no es consecuencia (solamente) de lo reprimido, sino de LO ENCRIPTADO. Esto corresponde a un nuevo “lugar” o topología (“la cripta”) donde falla tanto la represión, como la capacidad de hacer consciente el evento (Losso 2007). Hablan de un mensaje encriptado, precisamente porque es algo indescifrable, incapaz de ser elaborado.

Abraham y Torok hablaron también de un PHANTOM o “efecto fantasma”, para describir la marca que deja este “mensaje encriptado”. El evento fue muy vergonzoso y tuvo una carga emocional muy alta para el individuo, por eso no puede ponerlo en palabras y se convierte en un secreto. Queda oculto de la consciencia, pero tampoco puede ser expresado a través de síntomas (que son símbolos, a fin de cuentas).

En los años setentas, estos dos teóricos comenzaron a investigar sobre el tema después de trabajar con sobrevivientes del Holocausto. Basan su teoría en el hecho de que esta generación de personas tuvo que “olvidar” los campos de concentración y a sus muertos. Para poder seguir viviendo, tuvieron que “encriptar” estos recuerdos demasiado dolorosos para ser elaborados o “metabolizados” psíquicamente.

Es por eso que el trauma es transgeneracional, precisamente por que es transmitido a la siguiente generación, en la cual este trauma “sale a la superficie”. Entonces se habla de dos grupos de víctimas, las que vivieron la experiencia; y la segunda o hasta tercera generación en la cual ese trama se puede manifestar.

En sus “Estudios sobre la histeria” Freud ya había explicado cómo el trauma se hace presente cuando “regresa”, cuando muestra sus efectos en los síntomas. Esta teoría afirma que estos efectos pueden verse en generaciones siguientes, ya sea a través de síntomas, pero también con la posibilidad de ponerlos en palabras, de verbalizarlos. Los hijos o nietos heredan el conflicto, así como el “mandato” de elaborarlo. “El trauma no es sólo la repetición de un sufrimiento individual, sino que puede ser también una repetición del sufrimiento de alguien más” (ErinMc.Glothlin. 2006).

Se han hecho investigaciones con hijos y nietos de sobrevivientes del Holocausto. Las estadísticas muestran que este grupo no presentan más trastornos de la personalidad o enfermedades mentales que el resto de la población, no se encontraron más casos de depresión o ansiedad, por ejemplo. Sin embargo, sí se habla de un “complejo de sobreviviente de segunda generación”(Kestenberg, J. Kahn C. 1998). Su desarrollo queda marcado por el duelo no resuelto de los padres y este duelo queda ligado a la formación de su identidad. Por ejemplo, un miembro de segunda o tercera generación lleva (a veces sin saberlo) el nombre de un familiar muerto; sin haberla conocido nunca, comienza a presentar rasgos de personalidad similares, por ejemplo, elegir la misma profesión. Todo esto ocurre de forma inconsciente y no dicha.

“El individuo es un grupo interiorizado cuya psique está sometida a la prueba de las generaciones” (Tisseron, 1995)

Tanto en eventos colectivos (la guerra, el genocidio, etc.), como individuales (abuso sexual, por ejemplo), la respuesta del entorno será determinante para quien lo sufre. La experiencia no es traumática por sí sola, sino que depende de la capacidad o incapacidad del ambiente para permitir “metabolizarlo” de manera más o menos exitosa. Cuando el ambiente no permite al individuo elaborar su duelo, éste se “encripta” y pasa la consigna de elaborarlo a la siguiente generación.

A pesar de que esta teoría surgió de las historias de sobrevivientes del Holocausto, ha sido aplicada para investigar y entender otros fenómenos tanto colectivos como individuales.



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